jueves, 27 de diciembre de 2012

POEMA XLIII- VEN A MÍ. AKASHA VALENTINE.




POEMA XLIII- VEN A MÍ. AKASHA VALENTINE. 

Ven a mí para cubrir mis ojos cuando la realidad sea tan brutal y dañina que apenas tenga espacio para respirar. Hunde las yemas de tus dedos en mis pupilas y graba en ellos el dolor que me provoca la resistencia que ofrece mi voluntad a ser sometida por tus grandes manos. Deja que mi cuerpo permanezca reclinado, pero no recostado, sobre este charco de vida que brota de mis laceradas muñecas y se me escapa de las manos llevándose consigo el último aliento vital que brota de mi boca jadeante, reseca por los gritos de dolor que se manifiestan de forma vehemente a través de las carnosas fauces que se forman en mi agrietado rostro. Decora estas paredes blancas cuya tonalidad se asemeja a los rostros inmortales que veo cada noche al pie de mi lecho con la misma sangre que en estos momentos se derrama a través de las heridas de mi propio cuerpo. Mófate de mi vida cuando llegue al final del camino y devores mi alma, ya sea de forma lenta o apresurada, mientras te preguntas cuán estúpidos podemos llegar a ser los seres humanos valorando tan poco un regalo tan preciado como es el de un espíritu libre.


Quiero sentir ese dolor que me dejan tus manos después de presionar mis dedos de forma suave, necesito saber que mis pesadillas seguirán vivas en tus recuerdos cuando yo no esté aquí para hablarte de ellas. Necesito encadenarme a tus palabras para seguir siendo sometido por esta locura temporal que vaga sin descanso por mi mente y encierra a mi verdadero yo en una prisión de barrotes irrompibles y miradas constantes que me observan sin descanso como si de un animal enjaulado se tratase. Sé que no lo entiendes, o si lo comprendes no quieres reconocerlo delante de mi persona, pero por mí esta bien, es mejor así, o mejor dicho es más cómodo para mí. Quiero que todo esto acabe de una vez por todas, deseo pactar contigo, muerte, aquí y ahora. Estrechemos nuestras manos y dejemos atrás este imborrable recuerdo que el tiempo desea atesorar de forma permanente en su memoria infinita. Porque lo único que quiero ahora mismo es poder seguir viviendo aunque sólo sea como un alma errante hambrienta y confusa, desorientada y perturbada, una criatura sin piedad o bondad, un ser que se asemeje a ti en cuerpo y alma.


Pero por alguna extraña razón tú temes convertirme en alguien igual a ti, y este pensamiento me provoca cierto consuelo en mi corazón. Siento que estoy en lo correcto pues cuanto más lo pienso más me doy cuenta de que quizás esté equivocado y el camino que he escogido no sea el más apropiado para mi persona, aunque ya es demasiado tarde para dar marcha atrás y solucionarlo. Las heridas que un día cubrían mi cuerpo han desaparecido, pero las cicatrices siguen ahí para recordarme que no debo olvidar, pues el olvido lo único que provoca es la ausencia de emociones dolorosas, alimentando la esperanza con nuevos sueños. Te lo ruego, quédate conmigo hasta el final de los tiempos, tú quien tantos amaneceres has visto sabrás que lo que estoy pidiendo es un acto de sacrificio permanente. Estoy cansando y herido en mi orgullo, he dejado atrás mi imperfecta vida para convertirme en alguien muy distinto. La distancia que nos separa es abismal, nuestros dedos no parecen estar hechos para entrelazarse según nos plazca, y siento tu intenso dolor como tú sientes el mío en estos momentos. Quiero tocarte, salvarte, estar a tu lado y no sentirme solo nunca más. Tal vez por eso te llamé hoy y siempre esté deseando verte venir a mi lado para toda la eternidad. 


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