jueves, 31 de enero de 2013

POEMA XLVI- MIS DESTRONADOS SUEÑOS. AKASHA VALENTINE.




POEMA XLVI- MIS DESTRONADOS SUEÑOS. AKASHA VALENTINE.

Deshojando convenientemente una a una las fotografías que un día decoraron estás ruinosas paredes he caído tardíamente en la cuenta de que el tiempo que pasamos juntos hizo las maletas y se fue sin dejarme dirección alguna en la que poder encontrarle para convencerle de que vuelva a mi lado antes de que el abandono ocupe su lugar y hospede en mi corazón a emociones dramáticas y sobrecogedoras. Con lentitud he rasgado las yemas de mis dedos por encima de las alargadas hendiduras que se han formado en torno a los andrajosos muros ahora inexpresivos, y he permitido a la fría agua fluir a través de sus grietas para simular las lágrimas que mis ojos contienen con dificultad. Con las plantas de los pies descubiertas he rascado el crudo suelo aún sin pavimentar impregnando no sólo el aroma de mi piel sino también la sangre que fluye a través de mi venas. Aquejada por el dolor producido por las heridas he dejado caer a mi cuerpo sobre un alargado y mullido asiento abotonado sin respaldo, el cual me sostiene sin queja alguna mientras mi cuerpo tendido reposa imitando la postura que solía adquirir cuando me rodeabas con tus brazos. Acogida por la oscuridad, he bailado esta noche con longevas candelas consumidas por las llamas que me arropan con su escasa lumbre y he danzado hasta caer rendida con las proyecciones oscuras de los grandes cuerpos que se alzan en los muros que me rodean cuando la luz no les ilumina.

Con mis propias manos he ido consumiendo el tiempo que me queda en la tierra puliendo esos escalones inacabados que un día me llevaron a creer que podría alcanzar mis propios sueños. Como me he refugiado del dolor en un habitáculo sin ventanas he pintado con las puntas de mis dedos el cielo que un día creí merecer y he vestido de gala a mi cuerpo para esperar a la muerte cuando el día se convierta en noche durante un breve periodo de tiempo. Deambulo sin prisa, con una mano enrollada en la pesada tela que cae desde la cintura hasta mi pies, pisando sin mirar dónde apoyo esas heridas que no cesan de quejarse y me sacuden con violencia el cuerpo mientras mi otra mano sostiene un candil con velas encendidas y cera caliente que se derrama sobre mi pecho cuando el miedo me sobresalta por la espalda. Hoy, sin previo aviso, me he reencontrado con viejos recuerdos del ayer y me han culpado por no haber sido capaz de expresar en cada momento las emociones o palabras que tú tanto necesitabas oír, así que me he visto en la obligación de taparme los oídos y salir corriendo antes de que la verdad me hiriera de muerte y ya no me quedasen más fuerzas para seguir malviviendo en este pequeño espacio al que llamo hogar. Las mismas sombras con las que dancé durante horas ahora me siguen, gritan mi nombre y me humillan como si yo no valiese nada, y por primera vez desde que te fuiste de mi lado he vuelto a llorar hasta quedarme sin aliento ni fuerzas.

¿Qué hice mal? Me pregunto a mí misma sin hallar respuesta alguna, mientras alzo mis brazos hacia el cielo y ruego clemencia para este alma sin consuelo. Los techos que cubren mi morada han comenzado a resquebrajarse y la lluvia se filtra a través de las paredes inundando esta habitación y consumiendo las llamas que con tesón alumbraron las velas ahora apagadas. Quisiera que esta soledad que me ronda sin descanso no se aferrase con fuerza a mi cuello, pues su carga resulta ser pesada y asfixiante. Nado entre ruinas, con el agua llegándome ya hasta la cintura, ya es demasiado tarde para escapar, o quizás es que nunca quise encontrar una salida a este dolor que insiste en seguir a mi lado hasta que exhale mi último suspiro. Cubro mi rostro ante la vergüenza que encuentro reflejada en el agua que hay por debajo de mi pecho, no me atrevo a mirarla a los ojos, pero pronto esa misma turbación anidará en mi ánimo y me obligará a enfrentarme a ella aunque yo no lo desee. Los remordimientos no cesan de devorar mi alma mientras grito sin descanso tu nombre aún con la boca cubierta por el agua. Mis ojos lloran y mis lágrimas se funden con el cristalino líquido que no cesa de emerger de entre las paredes. Siento que me falta el aire y en lo único en lo que puedo pensar en estos momentos es en el último recuerdo que tengo de tu persona, cuando dejaste tras de ti una achacosa maleta vacía de recuerdos, prendas o emociones que me atasen a ti para siempre.


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