sábado, 19 de abril de 2014

POEMA LXVI- AL PIE DEL RÍO. AKASHA VALENTINE.


POEMA LXVI- AL PIE DEL RÍO. AKASHA VALENTINE. 

No me quiero entretener más de la cuenta explicando los motivos que me han llevado a iniciar tan largo viaje, pero lo hecho, hecho está y no puedo rectificar mis errores, así que he cogido la mano de mi pequeña Sharon y la he apretado con fuerza contra mis grandes dedos para que sienta mi cariño por ella, para que vea que lo que hice aquel día era por su propio bien. Y aun así no pude evitar dejar escapar una lágrima por el rabillo del ojo desde el que no podía ver, y sentí como mi corazón se volvía una carga, así que me lo quité de encima y sin emociones emprendí mi largo viaje con un único billete: sólo ida.


De piedra en piedra fui saltando el traicionero río, y nadé en algunas ocasiones para tomar tierras vírgenes donde ningún hombre antes había posado sus piernas. Al pie del fuego cantaba canciones con mi armónica y a las estrellas se las entregaba con la dirección de mi hija Sharon para que cuando las viera desde su cama pensara en mí, aunque posiblemente su madre se las quitase de la cabeza nada más oírla tararear pronunciando mi nombre en las estrofas con un “te quiero al final, daddy”. Añoro el tacto de la piel de mi niña, o la forma en la que solía abrazar mis piernas nada más despertarse. Pero en este viaje de miles de kilómetros sin retorno mi preciosa pequeña no puede seguir a su príncipe azul ahora convertido en prófugo.


Y así, con el amargo sabor de una despedida, seco mi garganta en bares clandestinos donde los sueños se ahogan en copas sucias y cargadas de alcohol barato mientras cientos de hombres y mujeres como yo narran su trágico destino al camarero que no les presta atención desde el otro lado de la barra del bar, pues él ya tiene sus propios problemas de dinero. Si he de decir algo de mi equipaje, es que es tan ligero que siempre lo llevo puesto y alguna vez algún buen samaritano me regala una camisa o un vaquero con el que vestirme y dejar atrás mis desgastadas y malolientes prendas. Duermo donde se me permite hacerlo, en las esquinas de las calles o sobre la fresca hierba de los campos que a mi hija tanto le hubiera gustado ver.



No puedo quitarme de encima la tremenda carga que pesa sobre mis hombros, y es que aquella trágica noche donde mi destino se truncó para siempre le quité la vida a un hombre de familia que como yo sólo hacía su trabajo. Fue el error de creer que iba a atacarme tras una pelea lo que me impulsó a empujarle hacia atrás, y cayó al pie de la cantera donde su cuerpo se fracturó y su boca de sangre se le llenó. Y tan cobarde fui que huí sin prestarle ayuda, sin asegurarme de si aún seguía vivo; tenía miedo de que me condenaran por error y así fue como emprendí este viaje sin retorno al pie del río donde el incesante sonido me recuerda a mi destino, pues siempre resonará en mi cabeza el grito de aquel hombre cayendo al vacío intentando aferrarse a mi mano sin llegar a conseguirlo.

Akasha Valentine 2014 © http://www.akashavalentine.com

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