lunes, 27 de marzo de 2017

POEMA XCII- LLÁMALO AMOR. AKASHA VALENTINE.



POEMA XCII- LLÁMALO AMOR. AKASHA VALENTINE.

¿A dónde habrán ido a parar todos aquellos sueños que un día olvidé recordar? ¿Alguien puede decirme donde los podré encontrar? Pues por más que los busco no los logro localizar; quizás los haya empeñado, regalado o extraviado y aunque no son de gran utilidad para nadie sí tienen cierto valor personal para mí. Y ahora que no los tengo en mi poder soy consciente de que los echo mucho de menos, porque sin ellos no consigo rememorar el olor que aquel día desprendía la flor de cerezo que entre sus manos mi amor sostenía. Me preocupa no saber con qué mano sujetaba aquella rota rama, pues el hecho de haberlo olvidado me hace cuestionarme cuánto de su blanca piel asomaba por debajo de la manga de su vestido, porque actuando en calidad de observador, solía deleitarme trazando líneas imaginarias alcanzando, sin llegar a tocar, los puntos estratégicos con los que sin aliento muy probablemente habría logrado dejar a su ser. Y habría reprimido miles de dulces palabras entre mis labios, pues con sólo con una mirada como arma me habría bastado para hacerle entender que yo de verdad la amaba.


Me pregunto dónde los habré colocado; los he buscado por los cajones, que tan vacíos y llenos de polvo estaban, y mi búsqueda ha sido en vano. Abatido me encontraban en esos momentos, casi sin ganas de hablar sobre el tema, y ya empiezo de nuevo a añorarla mientras intento dibujar el contorno de su silueta difusa en esta olvidadiza memoria que ya no es lo que era, ahora que me he parado a pensar en el tema. Dejaré, pues, de intentar de pensar en ello, quizás de manera esporádica recuerde lo que ahora he olvidado, porque al pasar mi mano por encima de mi otra mano he conseguido reavivar sin yo quererlo un ligero calor que imita pero no iguala la temperatura de su piel, y el corazón de un sobresalto me ha golpeado el interior del pecho y he enmudecido, como lo hice la primera vez que sus ojos me contemplaron sin que yo pudiera decirle nada coherente para que supiera lo que en aquellos momentos yo sentía por ella. ¡Ay, de mí! Si el valor me hubiera acompañado, y el temor no hubiese sido mi mayor flaqueza, probablemente yo habría podido volver la mirada para contemplarla y ayudarla a entender que la guerra que nos acechaba no era el final de este amor, sino el principio de un futuro en común una vez hubiese finalizado.


A veces me pregunto si no estaré mejor así, sin recordarla tal y como era, pero esa pésima idea no me reconforta, por lo que de nuevo vuelvo a levantarme; quiero seguir buscando un poco más, tal vez con suerte encuentre alguna respuesta en los álbumes de fotos que, apilados en cajas, duermen sin ser molestados en la habitación más oscura de toda la casa. Despacio he de caminar, los años se han vuelto una pesada carga que me recuerda ya mi edad, y despacio, muy despacio, llego a avanzar, contemplando a través de las ventanas al sol ocultarse; es tarde, quizás deba dejarlo ya para otro día, como aquella única oportunidad que tuve de besar su boca cuando la sorprendí presa de sus propios pensamientos. Ahora que lo recuerdo: estaba preciosa, con su larga cabellera recogida en una coleta, y sus verdes ojos fijos en algún punto del suelo, donde no podían verme, porque su vergüenza igualaba a la mía. No me rindo a pesar de la fatiga, he de encontrar mis sueños olvidados, casi he llegado a la estancia. Ahora que lo pienso, el frío que en esta habitación habita es igual a la sensación que tuve la última noche que la llegué a ver con vida. ¡Cómo me hubiese gustado decirle que la amaba! Y ahora lo único que puedo hacer es llorar su muerte, pues detrás de esta puerta lo único que he encontrado es una estancia igual de vacía que mis sueños, pues mi amor nunca llegó a verla terminada; es verdad, ahora lo recuerdo: mi amada no sobrevivió a la guerra ni yo al dolor que me sobrevino con su pérdida. 

                                                  Akasha Valentine 2017 © http://www.akashavalentine.com

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