POEMA XCV - EL TIEMPO QUE NO DESEÉ PERDER - AKASHA VALENTINE.
No
sé cuando la besé, sólo sé que
cuando cerré los ojos sus labios ya estaban junto a los míos. No sé
en qué momento tomé la
iniciativa
de inclinar su cadera, de ladear su cabeza y llevarla contra mis
brazos, lo
único que sé es que deseé
con todas mis fuerzas poder sostenerla entre ellos durante los
infinitos segundos que forman
las horas. Y mientras no dejaba de besarla pensaba en ella, en sus
palabras que siempre resonaron en mí como bellas baladas con las que
algún día compondría esta canción de amor que sólo ella oiría.
Tocando estaba el mismo aire que ella respiraba, con mi mano
extendida, obligándome a no soltarla por miedo a que se cayera. La
sostuve con más fuerza entre mis brazos, hasta que su aliento quedo
agotado y nuestras lenguas desgarradas se separaron porque nuestras
bocas habían quedado abatidas
por la batalla. Extenuados, alcanzamos a aspirar el aire que envolvió
nuestros labios, dejando en los surcos un amargo sabor a soledad que
nos vimos obligados a olvidar volviendo a retomar la misma actividad,
sólo que esta vez acordándonos de los días ya pasados, y
comprendimos que no podíamos omitir el hecho de que nos deseábamos.
Tocando
el mismo aire que ella
tocaba
extendí
mi mano, y sin embargo ni tan siquiera llegué
a alcanzarla.
Obligándome
y doblegando
la voluntad de mis actos me
esforcé
por llegar
a
cogerla
y
ni
tan siquiera fui capaz de rozarla. Eso me exasperó. Ahora
la distancia envuelta en orgullo nos separa, y a pesar de nuestra
cercanía su boca se aleja de la mía, y yo lo único que deseo
es
no haberla dejado de besar nunca.
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